El mayor Monogram me ha dado esta vez la misión de descubrir si el Dr. Doofenshmirtz está planeando algo en Barcelona. Se sospecha que está utilizando el parque del laberinto para ocultarse y trabajar en alguno de sus engendros mecánicos. No hacía buen día, pero el trabajo es el trabajo y me dirigí al parque. Coincidencia, los miércoles es gratis y pude ahorrarme unos euros que podría necesitar en otra misión.
Justo en la entrada del parque ya vi un edificio que parecía una cara de alguna de las criaturas del Dr. Doofenshmirtz y unas palmeras muy sospechosas.
Por si la misión se complicaba, aprovechamos para hacernos bien pronto las fotos habituales refrescándonos.
Es duro ser mascota a veces, como cuando tengo que posar en fotos chorras para que mi familia-tapadera no se percate de que, en realidad, soy un agente secreto.
Miré a izquierda y a derecha, pero ni rastro de mi enemigo. Me pareció oir unos ruidos extraños y me camuflé en décimas de segundo para que no notaran mi presencia. A pesar de todo, y aun no sé como, Doofenshmirtz me capturó en una de sus trampas de la que, evidentemente, conseguí escapar con facilidad:
Esta misión se estaba complicando por momentos. No conseguía dar con el paradero de Doof. Buscamos en la cascada y en una gruta sin éxito con lo que nuestra última opción era adentrarnos en el peligroso laberinto para dar con él.
Por fin descubrimos el plan. Doofenshmirtz había creado el Cambia-la-salida-del-laberintonator, con lo que pretendía dejarnos atrapados en él para siempre. Pobre infeliz. No contaba con nuestros movimientos rápidos, casi felinos que nos llevaron a salir de laberinto en pocos minutos aunque suficientemente tarde para que Doof escapara esta vez.
Con la misión resuelta, aprovechamos que no llovía para dar una vuelta por el parque con la satisfacción del deber cumplido. Os dejo unas muestras.
Como en casi todos los reportajes hubo una foto familiar. Comprenderéis que no pueda mostrar mi rostro para que no me relacionen con la familia a la que estoy asignado.
El tiempo empezó a empeorar justo cuando terminábamos nuestra visita al parque. Nos hicimos las últimas fotos y nos fuimos a cenar.
No quise comprometer a la familia y aparecer en público en algún restaurante con lo que cenamos en nuestra casa, cuya ubicación es también un secreto. Unas fajitas y pastel de manzana fueron el final perfecto a una tarde llena de aventuras.
¡¡Maldito seas Perry el Ornitorrinco!!
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